Una historia real
¿Por qué eres peronista?, le pregunté a un amigo mío quien hoy ya pasó la barrera de los 70 y está jubilado después de trabajar desde muy chico.
“Mirá. Te voy a contestar porque, porque yo lo viví y fue un hecho que me marcó a fuego”.
Mi amigo Roberto M. me contó esta historia hace unos 30 años en un asado en la firma Rodel que era concesionario de autos IKA Renault. El otro interlocutor era Emil Miazzo recordado compañero y mecánico de los buenos.
Hoy, en el aniversario de la muerte de Eva Perón, hago algunos esfuerzos para recordar pero sé que ustedes me van a entender.
La cuestión fue más o menos así.
Un grupo de chiquillos de unos 10 años jugaban en la canchita del Hospital frente a la plaza de Sampacho. Actualmente allí está el correo y la calesita. Antiguamente fue la cancha de Atlético.
Vivían por ahí, cerca de la actual terminal en fin, de ese sector.
Alpargatas rotas, pantalones remendados y una pelota …de trapo. Si llovía se jugaba igual por lo que la pelota iba dejando una estela de agua cuando rodaba al gol y que no te vaya a dar en la cara porque no levantabas ahí nomás. Aclaro que yo también jugué con “una de trapo” muchas veces.
Bueno. Una tarde temprano pasó don Otto Cócaro, peronista de alma y empleado de Correos. Con su sombrero infaltable, cigarrillo y boquilla, de rigurosa corbata por ser trabajador del Estado, se quedó a mirar a los pibes y al rato vinieron a saludarlo porque antes era así.
¿Qué les parece si pedimos a Evita alguna pelota para que jueguen?” preguntó don Otto. ¡¡Siiii claro que si!!! ¡Gracias!.
Y ahí terminó el asunto, pasaron varios días, los chicos seguían intentando darle con precisión a esa pelota hecha con medias agujereadas y restos de viejas telas robadas debajo de alguna máquina de coser.
Pero…todo llega en la vida. Un día, mientras los jugadores estaban enfrascados en un partido llegó don Otto y les dijo. “A ver…¿Quién va a ir a la oficina a retirar una encomienda que hay para ustedes?”.
No se jugó más. Roberto me contaba que así, sudorosos y con la ropa sucia por los revolcones de alguna jugada de riesgo en el área, se fueron a la oficina del correo.
La caja decía «Fundación Eva Perón» venía a nombre de Otto Cócaro.
«¿Y?? la van a abrir o no la van abrir?» los desafió Don Otto que ya sabía de qué se trataba de ahí esa sonrisa ancha de satisfacción.
Y allí en su interior, tras renegar para sacar los precintos, había una lustrosa pelota de cuero “Sportlandia Nº 3 de gajos y tientos como las de antes, de esas que movían Musimessi, Labruna y los ídolos de aquellos años.
Además pantaloncitos y…¡camisetas!!!.
Cuando Roberto me contó esta historia se le caían las lágrimas porque él revivía ese momento. Eran tiempos difíciles de muchas carencias y este grupo era uno de esos “privilegiados” como decía una leyenda en la caja que además traía el escudo justicialista de la Fundación.
“Soy peronista por la felicidad de ese día”, me dijo Roberto y después recordó que venían llevando esa caja inmensa entre todos por calle 9 de Julio que era de tierra saltando, cantando y gritando cuesta abajo asustando a alguna mamá que no sabía de que se trataba tanto alboroto.
Los chicos rumbearon derechito a la canchita para empezar un nuevo partido pero ya “equipados”.
Sé que esta anécdota puede traer comentarios de diverso tenor. Solamente lo traje al recuerdo porque vi la emoción de este hombre cuando me la relató.
Porque a pesar de ser muy pobres en mi caso en particular nunca me faltó una pelota de cuero o alguna bicicleta. Las carencias eran muchas pero quien les quita a esos pibes de 10 y 12 años, niños de ayer abuelos jubilados de hoy e incluso algunos que ya no están más, la alegría de jugar al fútbol con camiseta y todo y con esa lustrosa “Sportlandia”.
Hoy en cambio todo es diferente a veces los pibes de hoy no saben que tener una Sportlandia Nº 3 bajo el brazo era un auténtico privilegio porque al rodar, la pelota traía una entera felicidad.
Casi nada!!
(Mingo Amaya)