Esta historia verídica ocurrió en diciembre de 1978. No había clima navideño para nada. Estábamos asustados por una posible guerra con Chile que gracias a Dios, al Cardenal Samoré y al papa Juan Pablo II se evitó.

Muchos de los vecinos de Sampacho recordarán el rezo del rosario en la más completa oscuridad, algo que ya hemos relatado en otras oportunidades porque los oscurecimientos eran constantes.

Y así surgió la idea espontánea de Bartolo Peruchini trabajador de la Cooperativa.
«¿Porque no hacemos un árbol de Navidad con lucesitas?» Fue la pregunta de Bartolo. «Yo tengo un interruptor de un letrero luminoso que puede funcionar para la idea que tengo».

Ese hermoso pino situado en la plaza fue el elegido. Dicen que lo trajo el padre Oscar hacía algunos años, pero ya estaba grande y hermoso.

Para abreviar, diciendo y haciendo. Nadie dijo que no. Los jóvenes del Grupo Juvenil ayudaron haciendo estrellas y adornos, las mujeres de la parroquia colaboraron con cintas y otros detalles. El intendente Héctor D’Andrea autorizó la compra de 70 luces de colores y el cable para el ramal. Don Domingo D’Andrea hizo la estrella soldada con un caño para afirmarla por supuesto que sin cargo, Luis Olguín pintó gratis un letrero que decía «Feliz Navidad Sampacho», la Cooperativa bajó una línea especialmente para que allí hubiera electricidad con protectores y todo, y en la Nochebuena, ante una multitud al salir de la Misa, se encendió ese árbol maravilloso. Hermosa sorpresa para todos. Bartolo hizo que la estrella se encienda primero y luego, las luces de colores. Pero no todo terminó allí porque a la noche vino una de esas tormentas fuertes y a pesar del aguacero fuimos a ver y allí firme el arbolito de la plaza seguí tik-tik iluminando el lugar.

Habían pasado esas horas de angustia, de miedos de un conflicto bélico y tuvimos un final feliz. El arbolito sigue firme frente a la iglesia y cuando lo vemos nos decimos. «Pensar que tuvimos un árbol de Navidad especialmente hecho para agradecer al Niño Jesús que nos salvó de los horrores de una guerra».

Hector Mingo Amaya