Era la época donde no había celulares, tampoco tablets y varias cosas más que los chicos ni se pensaban en imaginar. Por eso el deporte tenía una importancia de relevancia aunque las nenas optaban por sumarse con sus equipos. Casi que otras disciplinas en los pueblos no había.
Una noche de esas de reuniones de la Comisión Directiva y de Padres de Niños Basquetbolistas, surgió la idea de jugar «Las 24 horas de básquet» !
Diciendo y haciendo. Esa inolvidable comisión que trabajaba por la querida entidad «Alba» de Sampacho era una máquina de hacer cosas, pero siempre pensando en que los chicos eran la prioridad.
Y así llegó el día de la presentación de las delegaciones. Vinieron equipos de Villa Mercedes, Villa Dolores, Río Cuarto, General Cabrera y por supuesto, los locales.
Se estima que fueron más de 200 los basquetbolistas que se alojaron en casas de familia, en la misma sede y el repiquetear de la pelota en el por entonces piso de mosaicos de Sporting, no se detuvo.
«Yo recuerdo que con mi marido éramos de la Comisión de Padres y nos tocó la atención de la cantina de 2 a 5 de la mañana y siempre estuvo lleno de gente. De nuestro pueblo y de afuera. Fue hermoso», expresó Graciela al revivir la nostalgia de aquellos días.
«La verdad es que hay ciertas intenciones de volver a hacer las 24 horas, sería muy lindo porque la experiencia como de aquella vez fue única», dijo Sebastián Aldonza un apellido ilustre en el club.
Que quedó de todo eso?
Las 24 horas de básquet simbolizaron que para jugar no hay horarios y que para fomentar amistades tampoco. Muchos de esos encuentros marcaron amistades que perduraron por años y ojalá que el sonido del pique de un balón sobre el piso (ahora de madera) suene a las 10 de la mañana, por la tarde y hasta cualquier hora de la madrugada porque siempre lo más importante es que el niño juegue, sea feliz y le obsequie a su padre o a su abuelo, el orgullo de vstir una casa basquetbolística como lo fueron alguna vez los Milanesio, los Campana y porque no, los Ginóbili.