Antiguamente los Judios (Js 3:6, Dn 9:3, Est 4:1, Judit 4:11) acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

En los primeros siglos de la iglesia, las personas que querian recibir el sacramento de la Reconciliación el jueves santo, se ponian ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un «hábito penitencial» Mt 11:21. Esto representaba su voluntad de convertirse.

En el año 384 dC., la cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la iglesia acostumbra poner cenizas al iniciar los 40 dias de penitencia y conversión.

Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos de cada año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.

Tambien, fue usado el periodo de cuaresma para preparar a los que iban a recibir el bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 dias de ayuno.

La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún dia vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo.

Nos enseña que todo lo material que tengamos aqui se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar ala eternidad. Al final de nuestra vida, Solo nos llevamos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

Cuando el sacerdote nos pone ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se impone a los niños y adultos.