El sacerdote Juan Mauricio Cinotto vino desde su lejana Turín primero como secretario del nuncio en Buenos Aires y después fue destinado al sur de Córdoba a un pueblito al lado de las vías llamado Sampacho. Así arribó un 9 de julio de 1905.
Muchos italianos lo recibieron y el cura se sintió a gusto. Por eso se hizo cargo de la parroquia en ese año que estaba bajo la protección de los Ángeles Custodios.
Pero Cinotto abrigaba una idea muy particular que era transformar a ese pueblito cordobés en una pequeña fracción de su Turín natal y así comenzó a hablar de La Consolata (La Virgen del Consuelo) patrona de su ciudad italiana.
Trajo una réplica del milagroso cuadro hallado en 1104 y después pensó en contar con una imagen igual que la existente en Turín.
En realidad y por las distancias de aquellos años, la idea era prácticamente imposible. Pero Cinotto le dio para adelante. Ya sabía que en Turín había unos ebanistas extraordinarios capaces de crear una réplica de la patrona turinesa. Y comenzó a tejer una comunicación compleja, lenta, difícil pero que le permitió arreglar costos y detalles de lo que iba a ser esa monumental escultura.
Y el taller de ebanistería de los hermanos Borgogno se abocó de lleno a esa creación maravillosa. En ese mundo de cinceles, buriles, y muchas herramientas todas de mano, implicaba el máximo cuidado para tallar la madera y hacer una réplica exacta a la existente en la iglesia de Turín. Seguramente no fue tarea sencilla. Pero los hermanos la lograron.
Mediante la utilización de cartas y otros sistemas muy antiguos de la época, se comunicó desde Italia a Sampacho que la imagen estuvo lista.
Un viaje a las tierras del sur
Un tal José Fassano había depositado la importante suma de 5.000 liras. El pago estaba hecho por encargo de ese cura Juan Mauricio Cinotto y había que cumplir con el trabajo de envío.
Preparar y embalar la bella escultura en grandes cajones fue todo un desafío. Había que trasladarla en tren desde Turín hasta Génova y desde ese puerto en buque a la Argentina donde ya estaban radicados varios paisanos italianos que fueron a hacerse “la ‘mérica”.
A bordo del vapor “S. Limbania”, la obra de los hermanos turineses ya navegaba hacia el país del fin del mundo. Ya en Buenos Aires, el cargamento fue despachado en tren. Desde el puerto hacia la inmensa pampa le iba a demandar un par de días, directo a Sampacho su destino final.
En simultáneo
En tiempos de Miguel Hippermayer como párroco, el 20 de junio se conmemoraba en simultáneo con Turín salvo la diferencia horaria. Las comunicaciones y los intercambios de video muestran que los Hermanos Borgogno crearon una escultura única en el mundo de 1.232 kilos de peso, de singular belleza, pintada de dorado al bruñido y con los mismos detalles que la realizada en Turín.
Los “fratelli” Borgogno famosos ebanistas turineses se dieron la mano y miraron complacientes la obra terminada. Había sido un trabajo de alrededor de 3 años encargada por el cura nativo de esa ciudad que una década antes había emigrado a la Argentina. Con el embalaje preparado en cajones, vinieron también dos largos palos de pinotea que lleva la inscripción del buque que trajo la imagen y el destino (Buenos Aires). Es decir que semejante estructura desde los comienzos se lleva en andas sobre los hombros de 28 personas. Un esfuerzo considerable si se tiene que el trayecto de la procesión por lo general es de 17 cuadras.
En cambio, la estructura de La Consolata de Turín es más pesada (está hecha en plata) por lo tanto se transporta en un vehículo adaptado y correctamente ornamentado.
El sacerdote de Misiones Consolata Silvio Lorenzini asegura que en el mundo, estas dos imágenes son únicas por su belleza y atracción espiritual.
Algunos memoriosos recuerdan que el día en que Silvio Lorenzini visitó Sampacho para una novena allá por mediados de los años 70, la vió en su camarín por primera vez, cayó de rodillas y expresó: «Esto es increíble. Que maravillosa es»…Y en efecto el trabajo de los hermanos Borgogno sigue perdurando al paso de los años como una expresión de devoción, pero también como que esos ebanistas estuvieron inspirados por un sentimiento que se mantiene inalterable a más de un siglo de tan bella creación.