
Sabrina Rivas y su padre, Jesús Alberto, manejan un campo yerbatero que es ejemplo de producción amigable con el medio ambiente. La experiencia muestra que se puede ganar dinero y avanzar en otros eslabones de la cadena de valor, ya que venden un producto orgánico con marca propia.
A fines de los 80 la familia adquirió un campo de 104 hectáreas el norte de San Vicente, en la provincia de Misiones. Allí plantaron pinos para abastecer a la industria maderera y también yerba. La producción de pinos no prosperó y concentraron sus esfuerzos en la infusión tradicional.

Hacia inicios de los 90, conscientes de la necesidad de cuidar del medio ambiente cuando todavía muy pocos tenían este tema en la agenda, decidieron comenzar a producir de forma amigable, hasta que en 2016 lograron que se reconozca al campo como reserva natural, aunque ellos ya venían produciendo de esa forma desde los 90.
Esa certificación significa que ya nadie podrá tocar nada del monte nativo, muy desarrollado en el establecimiento, ni afectar tampoco a la fauna. “De esa manera se preserva el campo para que nadie venga a deforestar o dañar a los animales y demás, generando un ambiente propicio, un hábitat natural protegido”, explicó Sabrina.
Mientras en la pampa húmeda la soja transgénica y el glifosato avanzaban a paso firme generando buenos niveles de rentabilidad en los agricultores y beneficios a toda la economía, la familia de Sabrina en un rincón de Misiones apostaba por otro modelo productivo
