Abril de 1987. Jornada Mundial de la Juventud nada menos que con la presencia del Papa Juan Pablo II.
Una delegación del Santuario La Consolata integrado por chicos (y algunos mayores) de esta localidad, Bulnes y Suco, viajaron a la Capital Federal para tomar parte de estos actos. Iban a estar reunidos con jóvenes de todo el mundo.
Una experiencia única la que vivieron. Primero porque experimentaron algo inolvidable en sus vidas. Segundo porque la organización fue perfecta en todo sentido. Tercero. Porque escucharon esa voz tan potente del Papa cuando los saludó con “…Buenas Noches Jóvenes…”
El carisma de quien hoy es santo, se sintió. La delegación de viajeros cordobeses estuvo a unos 80 metros del palco oficial. Y así en medio de cantos y alegría se vivió una jornada memorable. Al día siguiente, mientras los chicos ya iban camino a la 9 de Julio desde Puerto Madero donde había estacionado el ómnibus, fueron informados que en breve iba a pasar el Papamóvil. Y en efecto, a los pocos minutos casi en solitario salvo los vehículos de la comitiva oficial, Juan Pablo pasó muy lentamente saludando y derramando su bendición.
Después comenzó la Misa de Ramos y como no podría ser de otra manera, los cordobeses se ubicaron casi al pie del altar donde el papa celebro la santa misa. Alegría desbordante y varias horas de canciones y recuerdos en el ómnibus que los trajo de vuelta.
“Una cadena más fuerte, que el odio y que la muerte, el camino, el camino es el amor…” cantaban con lágrimas de emoción en lo que fue una de las más hermosas experiencias vividas desde los grupos juveniles de aquellos años.