Tiene sus ropas de color blanco y negro. Es clase 1935 y se llama Sporting Club
Sin embargo, a sus 88 años, sigue dando alegría a todo un pueblo.
Nacido un 1º de junio de 1935 gracias al empuje de un grupo de personas adictos al deporte, hombres y mujeres que tuvieron la brillante idea de crear un lugar para el básquet, pero también para el tenis y el teatro.
Hoy es mucho más conocido por el básquet.
¿Porque? se preguntará usted amigo lector. Es jovial, capaz de dar un salto inmenso hasta el borde del aro y en una fracción de segundos provocar una explosión de alegría en una tribuna ensordecedora. Este joven abuelito corre, marca, juega con los dientes apretados como si fuera un guerrero…aún a su edad.
Pero tiene también momentos de ternura cuando lleva de la mano por la historia a cientos de chiquitines que vestidos con los mismos colores, están dispuestos a defender a capa y espada, su nombre y el honor de todo un pueblo.
Este abuelo que nos hace lagrimear en un encuentro provincial, que tiene la facultad de emocionarnos cuando entrega premios al deporte como los San Fernando. Ese abuelo que tuvo a pibes de ayer, padres de hoy. Ese abuelo que domina la americana como si fuera un malabarista para convertirlos en dobles y triples cargados de alegría. Ese abuelo que por momentos rinde homenaje a los mineros que trabajaban en las viejas canteras de Sampacho porque precisamente el fundamento de su vida es eso: una cantera inagotable de jugadores y ahora también de jóvenes jugadores que ya están siguiendo esa senda de triunfos que la vida le tiene asignado. Ese abuelo que es capaz de reunir a una familia completa en la tribuna gritando ¡Spooorting!, ¡Spooorting!.
Claro: en otros lugares nunca podrán entender porque a un club se lo quiere tanto. Los sampachenses lo sabemos de años.
Por el básquet, los chicos, los grandes, la familia y la historia.
Por Sampacho.
¡Felices 88 años querido Sporting!