Seguramente que en cien años de existencia como los que acaba de cumplir el colegio La Consolata, son muchos los episodios que han sucedido dentro del ámbito de esta escuela.A fines de 1989 en el acto de egreso, se presentó la “Cantata a la Madre Agustina”. Un homenaje poético musical dedicado a la fundadora de la Congregación del Bueno y Perpetuo Socorro. Se trataba de una pieza musical con coreografías la que esa noche, ante la gran sala del cine “19 de Noviembre” colmado, se aplaudió con énfasis.El colegio había recibido una invitación para participar del Encuentro de Rectores que anualmente se realizaba en el Instituto San José de calle Paraguay en la Capital Federal. Y la propuesta se aceptó. Como cada delegación debía presentar un número artístico, la “Cantata a la madre Agustina” era la ideal. Durante el receso vacacional los chicos se esmeraron y siguieron ensayando la obra porque en enero de 1990 había que presentarla nada menos que ¡en Buenos Aires!. La idea del viaje era interesante aunque había que buscar el medio para llegar a la Reina del Plata.El relato de Laura Amaya una de las voces de la obra recuerda que el papá de la directora Norys Casari de Mores trabajaba en el Área de Taller Militar de la Fuerza Aérea con asiento en Las Higueras. Se hicieron gestiones para viajar en avión y los militares accedieron al pedido.Y llegó el día del viaje. En la pista esperaba un orgulloso Douglas tipo TC 3 de la II Guerra Mundial una nave que formaba parte de la dotación de la Base y que hoy es una pieza de museo. Los chicos encantados, se sentaron a espaldas del fuselaje como si fueran paracaidistas y el Douglas con los colores camouflados se elevó al cielo rumbo a Buenos Aires.“Apenas una hora y minutos y llegamos en un viaje impecable y toda una aventura para nosotros”, recuerda Laura. En el sector militar del Aeroparque “Jorge Newbery” aguardaba la Hermana de las Nieves y otras religiosas. Lo cierto es que llegó la hora de la presentación de la Cantata en un bonito escenario y fue aplaudida a rabiar. La anécdota se completó con el anunciador un sacerdote quien pidió un aplauso “por la delegación del Colegio La Consolata de Sampacho que había viajado en…¡un avión de la II Guerra Mundial…!!”.El regreso fue distinto. El veterano Douglas que esperaba el bullicioso grupo junto a otros grandes como los Boeing y Focker a reacción, decoló bajo una lluvia intensa desde Buenos Aires, subió por encima de las nubes casi tocando el ´habito de la Madre Agustina. Arribó a Córdoba para dejar a unos militares que habían viajado y finalmente llegó impecable a su asiento definitivo que era la Base de Las Higueras. Pocos recuerdan esta historia donde se conjugó el homenaje a una religiosa nativa de la Isla Mauricio, la responsabilidad de los chicos que ensayaron en plenas vacaciones, el inolvidable viaje en un avioncito que se lucía orgulloso de transportar las voces sampacheras que en esa cantata se escucharon más dulces que nunca.